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Ntro. Padre Jesús Nazareno

Jesús Nazareno Utrera

"Marcos de Cabrera, escultor, otorgo que recibo de Luis Sánchez de Arcos, vecino de Utrera, alcalde de la Cofradía de los Nazarenos de la dicha villa, veinticinco ducados que son por la hechura de una cabeza, manos y pies, y unas potencias de un Cristo Nazareno que he hecho de escultura y madera de cedro para dicha Cofradía, los cuales Luis Sánchez de Arcos me ha dado y son en mi poder de que me doy por contento y pagado a mi voluntad"                 

Sevilla, 20 de Marzo 1597.

 

Hemos querido comenzar este escrito reproduciendo el fragmento de la carta de pago emitida por el escultor Marcos de Cabrera a la hermandad en el año 1597, como así consta documentalmente.

Ntro. Padre Jesús Nazareno, llegó a Utrera once años después de la fundación de la Hermandad de la Santa Cruz de Jerusalén (1586), la cual se fusionó con la existente de Gloria de San Bartolomé (1568). Se trata de una imagen de madera de cedro policromada, de vestir, y por tanto, sólo están terminadas las partes más visibles: cabeza, manos y pies.

Esta expresiva imagen fue concebida para representar la iconografía de Jesús abrazando la cruz, propia del Renacimiento, y que simbolizaba el triunfo de Cristo sobre la muerte (a semejanza de Ntro. Padre Jesús Nazareno de la Hermandad del Silencio de Sevilla, ya que las reglas de nuestra Hermandad fueron copiadas de la Hermandad “madre y maestra”). Sin embargo, posiblemente en una intervención a finales del s.XVIII, se le colocó la cruz en la posición actual, más acorde con los gustos barrocos y, desde 1881, reproduce la quinta estación del Viacrucis, ayudado por Simón de Cirene.

De tamaño natural, con una altura de 1,60 m. (en posición erguida sería de 1,76m.), tiene el cuerpo algo inclinado hacia adelante, bien apoyado sobre las separadas piernas, a fin de soportar el peso del Madero. Su figura se halla concebida en un compensado "contrapposto" que busca obtener estabilidad a través de una aparente inestabilidad, mediante un juego de tensiones compensadas: el movimiento de la pierna izquierda adelantada queda contrarrestada por la torsión de cintura que propicia un avance del hombro derecho, en tanto todo el peso del cuerpo y cruz bascula en eje sobre hombro y pie contrario. Es una vieja fórmula de raigambre manierista que Marcos de Cabrera magistralmente ensaya en esta imagen, como otros artistas contemporáneos.

El rostro del Nazareno, pese a las transformaciones sufridas en pasadas centurias, es lo más logrado y emotivo de esa singular escultura. Posee rasgos serenos y varoniles; la nariz es recta, de inspiración judaica, y queda prolongada por cejas levemente arqueadas en sus extremos. Su frente es despejada, y en ella se aprecian surcos y regueros de sangre, y una leve e intencionada deformación de los parietales en el lugar donde iría la corona de espinas, que es sobrepuesta. Los ojos de cristal, no originales, matizados al óleo, reflejan con una mirada interrogativa y perdida, la suprema aceptación del sacrificio por la humanidad. Bigote y barbas enmarcan una boca entreabierta, por la que asoma la dentadura superior; están trabajadas con minuciosidad, pero apenas relieve, en zigzag, mediante una técnica de precisas incisiones, terminando la barba en doble punta.

La cabeza, levemente inclinada a la derecha, descansa sobre un pronunciado cuello, bien anatomizado. La imagen fue concebida por Marcos de Cabrera con cabellera de pelo natural sobrepuesta, que ha llevado procesionalmente hasta los primeros años del s. XX. No obstante, a finales del s. XIX, se le modeló con estopa y pasta la cabellera que hoy luce, de modelado suave, la que para adaptarla al cráneo motivó la posible mutilación de las orejas.

En algunas partes de manos y rostro se le aprecia la superposición de hasta tres policromías diferentes. La más moderna, posiblemente de fines del s.XIX, es de tonos bermellones matizados y acaramelados; la capa pictórica intermedia, característica de fines del XVIII, es de tono base sonrosado, matizada por veladuras obtenidas por tonos tierras y sombra natural. La capa originaria parece corresponder al sistema de pulimento o esmalte, técnica empleada predominantemente por los escultores del s.XVI. El cuerpo es anatomizado, con músculos pectorales, intercostales y abdominales, con una talla no muy profunda, dado que es imagen para vestir.

Las manos levemente crispadas expresan un gesto de serena resignación. En las extremidades inferiores, se esbozan los músculos gemelos y tibiales, en una policromía dominante de finales del s.XIX.

Restauraciones

 

La imagen ha sufrido diversas restauraciones a lo largo de las centurias. Están documentadas las que se practicaron en 1793 y 1980, si bien fue intervenida a fines del s.XIX por Escamilla y en nuestro siglo por el escultor Antonio Eslava.

 

Con respecto a la de 1793, consta que se le talló nuevo cuerpo, se le colocaron ojos de cristal, tareas realizadas por Felipe González, y se encarnó y policromó por Diego Suárez. Desde esta restauración al Señor se le adapta, de manera definitiva, la cruz en la posición que hoy la lleva, con el vástago más largo a la espalda.

 

En 1881, el escultor local Francisco Escamilla Rodríguez vuelve a intervenir la imagen; posiblemente, moldeó la cabellera en yeso y estopa encolada, añadió pestañas y varió la posición de la imagen para adaptarla al Cirineo.

 

Ya en 1980, José Rodríguez Rivero-Carrera, consolida la fijación de los pies a la peana, resanándolos y sustituyendo el cilindro que tenían en el interior por unas espigas. Sustituyó los brazos; respetó las partes originales –cabeza, manos y pies- si bien intentó restablecer la policromía primitiva. Eliminó las pestañas, matizó los ojos de cristal y mejoró imperfecciones y grietas.

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Aplaca, Señor, tu ira.
Tu justicia y tu rigor.
Dulce Jesús de mi vida,
misericordia, Señor.