Son las seis y media de la mañana en el reloj de nuestra memoria...
Nos vamos a las puertas de San Bartolomé.
Desde el exterior, a través de un antifaz o de un respiradero, este año miraremos con los ojos del corazón.
Se nos acelera el alma. Llega el momento...
En su lento pero decidido caminar, el Señor se dirige a la feligresía de Santa María. Su Madre sigue sus pasos, transitando por ese añejo lugar donde el tiempo se detiene. La Cofradía se vuelve atemporal y la música nos envuelve por la singular acústica, trasladándonos a siglos pasados.
Los sentimientos afloran, recordando y pidiendo por aquellos que gozan ya en la eternidad de la presencia del sublime Nazareno...
Poco a poco, la mañana va despertando. La brisa acaricia el rostro del Señor y su Madre, susurrando la despedida en Santa María.
Rodrigo Caro mira de reojo, desde su estratégica posición, como la Cofradía discurre por la calle a la que da nombre, la antigua "calle del Marqués".
Santiago espera al Señor y a su Madre de las Angustias...
La intimidad de la mañana, se contrapone al júbilo de la parte final de nuestro recorrido. La Cofradía busca la antigua Vereda del Carmen, arropando el pueblo a Jesús Nazareno y a su Madre por calle Ancha. Vemos que todo, presto está a concluir, pero poquito a poco, vamos apurando y deshojando los "últimos pétalos" que nos quedan de Viernes Santo.
Un año más, el ciclo se completa y todo llega a su fin. O al principio...
Ntro. Padre Jesús Nazareno y su Madre de las Angustias nos bendicen por última vez y se despiden de su pueblo. En un año, todo volverá a comenzar, pero Ellos nos esperan cada viernes del año en la intimidad de su capilla para escuchar los ruegos, peticiones y agradecimientos por las gracias concedidas.
Igual que antes. Igual que siempre...